martes, 12 de septiembre de 2017

EL SECRETO DE LAS CANCIONES


Nos hemos creído a pies juntillas lo de la sociedad de la información y nos creemos en el derecho, algunos hasta en la obligación, de saberlo todo. Pero todo, absolutamente todo. Y todo, lo que se dice todo, nunca lo sabremos, y yo me alegro de que sea así. Una vida sin misterios, sin ángulos muertos, una vida transparente, como cuenta Loriga en su última novela, Rendición, no me estimula. Es más, me repele, fatiguita que me entra. No la quiero. Y queremos saberlo todo, tal cual, la literalidad de las cosas, con su libro de instrucciones incluso, y es que tampoco queremos interpretar nada, que nos lo cuenten de principio a fin. Qué combinación más aburrida, tediosa, qué le dejamos a nuestra cabecita, entonces. Rempláceme el cerebro por un disco duro, y con muchos GB, ya puestos a almacenar. La llegada de la abstracción a la pintura puede que acelerara este proceso de incomprensión voluntaria. No lo entiendo, gritamos, reivindicamos, y es que puede que no haya nada que entender. ¿Por qué hay que entenderlo todo? ¿Por qué todo se tiene que ajustar a un corsé, a un patrón, seguir un esquema? La vida, y muy especialmente la cultura, no es la caja de una sucursal bancaria que tiene que cuadrar al céntimo cuando la jornada termina. Disfrute lo que ve, interprete, lo que le dé la gana interpretar, disfrute la canción. Oh, las canciones.
No sé si por moda o por casualidad, en los últimos meses no ceso de escuchar interpretaciones, investigaciones y hasta sesudas disecciones de esas canciones que más nos han marcado por tal o cual motivo y que conforman la escaleta de la banda sonora de nuestras vidas. ¿Qué querían decir los Beatles en Lucy in the sky with diamonds? ¿Un viaje lisérgico, un amor no correspondido, un desvarío, en realidad no quiere decir nada? Qué más da, disfruto y amo esa canción, y las interpretaciones las dejo en todas las emociones que albergo cada vez que la escucho. Y El muro de Pink Floyd, que por cierto es una de sus canciones menos brillantes, qué quiere decir, qué representa. Y una interminable retahíla de interpretaciones a continuación, del erudito y del analista de tres al cuarto. Puede que como directa consecuencia del apogeo y fulgor que vive el género negro en la actualidad, la obsesión por desentrañar las entrañas de las canciones roza cotas detectivescas, profundas investigaciones que bien podría protagonizar Sam Spade o la mismísima Clarice Starling. Siguen buscando a la chica de ayer” que inspiró la mítica canción de Antonio Vega y han enviado a una pareja de investigadores a La Habana para que encuentren a la auténtica Flaca, la que protagonizó la célebre canción de Jarabe de Palo –¡Pau, mucha fuerza!-. Que Paco Lobatón busque a Lucía, la que inmortalizó Serrat, y a la que tantas y tantas niñas le deben su nombre. ¿Quién es realmente John Boy, que estoy que no duermo? Y de paso que busquen a la María de Ricky Martín y hasta a la Macarena de Los Del Río. ¿Por qué ir a Soria y no a Berlín? ¿De verdad Jagger y Richard mantuvieron un encuentro con el Diablo? Que alguien me explique eso de la lluvia púrpura, que yo nunca la ha visto. ¿Lou Reed lo decía en serio o era una metáfora? Libro de instrucciones para entender Insurrección de El último de la fila, que lo que me han contado no me gusta.
Dicen que San Agustín lo intentó, entender todo o entender lo más complicado, y se quedó contando los granos de arena de una playa, y ahí sigue el pobre con su tarea, menos mal que le pusieron un chiringuito. Los espectadores que acuden a ver la actuación de un mago se dividen en dos: los que intentan descubrir, a toda costa... sigue leyendo en El Día de Córdoba

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