lunes, 26 de febrero de 2018

SÍMBOLOS


En el muy improbable caso de que algún día me llegue a tomar una caña o un zumo de naranja o lo que sea con Mariano Rajoy no se me puede pasar por la cabeza preguntarle si ha leído Rayuela, La peste (la de Camus) o Nocilla Dream, como tampoco me atrevería a conocer su opinión sobre los primeros discos de Pink Floyd, Pretenders o los Beatles, ¿tampoco los Beatles?, tampoco. Y puede que haya escuchado estos discos y leído los libros citados, puede, pero también me extrañaría después de los gustos musicales, culturales, que expone en las redes. Vamos a ver, y seamos claros, y perdone si le ofendo, la letra que ha compuesto Marta Sánchez es mala de solemnidad, un espanto en toda regla, sin sentido, sin coherencia, buscando rimas de parvulario poético. Un dolor para el oído. Vamos, que no hay por dónde cogerla, una cosa. Y lo dice alguien que se declara fan de muchas cosas horrendas, horteras y asalvajadas, porque me divierten, porque me emocionan en su primitiva concepción, por lo que sea, pero teniendo claro, clarísimo, que son horrendas, horteras o asalvajadas. Y una vez al mes, y hasta más, me encanta una buena ración de comida basura, desproporcionada en calorías y paladar, y de vez en cuando, entre sueños, me trago un telefilme basado en hechos reales y alguna que otra noche he bailado, sin gracia y sin desmayo, cualquiera de Gorgie Dann, pues claro que sí. Pero el que a mí me gusten, puntualmente, esas manifestaciones horrendas, horteras y asalvajadas no las convierten en algo con un valor o mérito que no poseen, como tampoco se me ocurriría recomendarlas públicamente, si yo tuviera autoridad o repercusión pública, tal y como ha hecho nuestro Presidente, porque nos guste o no es Presidente de todos los españoles, con la himnocanción de Marta Sánchez. Vamos, que no permitiría el consumo de comida basura en los colegios, por ejemplo. Por favor, otro WhatsApp no, por favor, que ya me lo han enviado demasiadas veces.
Qué empeño por construir símbolos por analogía o por no sé qué carencia, la mayoría de las veces muy premeditada, planeada, buscando los efectos secundarios y hasta los daños colaterales. ¿Dónde está escrito que los himnos deben contar con su propia letra? Que sí, que nos emociona Buffón en los Mundiales, me parece estupendo, los italianos lo tienen con letra y nosotros no, y no pasa nada, eso no supone que sean más italianos que nosotros españoles, no confunda, por favor. Y lo mismo sucede con la bandera, que ya he comentado en alguna ocasión, lo de los Estados Unidos, que es el gran ejemplo recurrente, no es extrapolable a nuestro país, no, por todos los motivos. Éste es el debate, éste es el nivel, como bien dijo Mariano: ahora no toca hablar de la brecha salarial, como parece que tampoco toca hablar de Catalunya, de que tenemos la mayor deuda de nuestra historia, de que la reforma laboral es una chapuza además de una vergüenza o de que han vaciado la hucha de la Seguridad Social. Como tampoco toca hablar, Mariano, de corrupción, y seguimos siendo gobernados por un partido político sumido en la corrupción, hasta el punto de que es tal la frecuencia de nuevos casos y detenciones que ha dejado de sorprendernos. Y debería seguir sorprendiéndonos. Por lo que parece, ahora toca hablar del himno, sí, así está la cosa, esas son las prioridades de quien nos gobierna.
En Andalucía contamos con un himno con letra, que por cierto no está al alcance de todas las gargantas, pero por eso no deja de ser muy hermoso, y también contamos con una bandera, muy bonita, preciosa, verdiblanca, colores con una descomunal fuerza simbólica. Los símbolos no se imponen, los símbolos, todos, se asumen desde la naturalidad, desde la afectividad, por proximidad, porque te emocionan, porque te rozan la piel. Además, tengamos en cuenta que los símbolos los asociamos a derechos, a conquistas sociales, en la mayoría de las ocasiones, y tal vez por eso a mí, personalmente, me suena tan casposo, tan poco afortunado, todo este asunto del himno, en este preciso momento. Más derechos, no retroceder en conquistas sociales, que hemos retrocedido, y mucho, y menos himnos. Eso sí que no toca ahora. 

lunes, 19 de febrero de 2018

SER PADRES


Horrorizado, conmocionado, sobrepasado, desconcertado, amenazado, desconsolado, no encuentro una palabra con la suficiente entidad, con la suficiente precisión, para describir cómo me siento, cómo nos sentimos, porque entiendo que nos hieren y escuecen a la mayoría por igual las noticias de las últimas semanas, me refiero a las supuestas violaciones de menores a otros menores, uno de ellos con discapacidad intelectual, en las provincias de Jaén y Málaga. He de reconocer que he sentido un pinchazo en el estómago algunas mañanas cuando he dejado a mi hija pequeña en el colegio, como si tras la puerta le aguardara la jungla, lo desconocido, lo peligroso. En cierto modo, me he colado bajo el pellejo de esos padres, y no sé todavía si es peor que tu hijo haya sido el agredido o el agresor. No sé que me consumiría más por dentro. Tal vez que uno de mis hijos fuese uno de los agresores, ya que eso me deformaría hasta el infinito en mi faceta de padre. Es muy complicado ser padre o madre, muy complicado, no nos dejaron el libro de instrucciones, y la experiencia de nada sirve: son nuestros hijos pero también lo son del tiempo que les ha tocado vivir, y, por tanto, su infancia y juventud es completamente diferente a la que nos tocó vivir a nosotros. Aún así, estableceremos analogías erróneas que no vienen al caso. Insisto, es muy complicado ser padre, en este tiempo presente, pero también lo fue en el pasado, como lo será en el futuro. No nos creamos que lo tenemos peor que cualquier otra generación de padres que haya existido o existirá. Será o fue diferente, pero igualmente difícil. Y esa dificultad no puede desembocar en una renuncia, no expresa pero sí real, a ser padre o madre. Me temo que renunciamos con demasiada frecuencia y ante la menor adversidad.
Me encantó una campaña de fomento de la lectura que pudimos ver hace unos años en la que se nos mostraba a unos niños leyendo porque sus padres también lo hacían. Aunque entes independientes, nuestros hijos proyectan mucho de lo que les inculcamos, de lo que ven y viven en casa y en su entorno más directo. Y no nos rasguemos las vestiduras, seamos sinceros, pueden ver a padres y madres que fuman, que beben alcohol, que juegan y apuestan dinero, que se pasan el día en las redes sociales, que insultan al equipo contrario o que asesinan a doscientos “malos” en un videojuego. Y también pueden acceder a la pornografía que almacenamos en nuestros ordenadores o móviles, la mayoría de las veces vía WhatApps, porque les dejamos nuestros móviles mientras pretendemos que nos dejen un rato tranquilos. También tenemos derecho, nos justificamos. Y como queremos vivir tranquilos, procuramos pronunciar las menos de las veces la palabra NO, como si hacerlo fuera un acto cruel e inconcebible hacia con ellos. Todo esto lo hacemos porque tenemos la plena seguridad de que nuestros hijos son exactamente iguales que nosotros, y si nosotros no hemos caído en ninguna adicción, no somos unos asesinos en serie o unos maltratadores, damos por hecho que nuestros hijos tampoco lo serán. Y si no es así, si no son como nosotros queremos, ahí están el Gobierno, la Junta, el Ayuntamiento o el sistema educativo para responsabilizarlos de sus comportamientos, porque no es nuestra responsabilidad. Nosotros lo hemos hecho todo bien, les hemos dado todo eso que nosotros no tuvimos con sus edades. Y es que les hemos dado, en multitud de ocasiones, hasta lo que no han pedido.
Lo queramos o no, somos como peces, y crecemos según la medida del entorno que nos acoge. Sin contar con toda la información, estoy seguro que los entornos han condicionado a estos niños que ahora juzgamos con tanta dureza y severidad. Tengamos en cuenta, en primer lugar, que son menores, con todo lo que esto supone, y el que hayan cometido una monstruosidad no los convierten automáticamente en monstruos de por vida. ¿Los condenamos ya para los restos? ¿Con 12 ó 14 años no se puede reconducir una persona? ¿Creemos en la capacidad regeneradora de la educación? Obviamente, no existe una varita mágica, como tampoco hay eximentes totales de culpa, todo y todos tienen parte de la responsabilidad. Pero la mayor responsabilidad, tengámoslo claro, la tenemos nosotros, los padres y las madres, la familia en su conjunto. Y esquivarla, no asumirla, es condicionar, y cuando no mermar, el futuro de nuestros hijos. Con nuestros aciertos y nuestros fracasos, conscientes de la dificultad que entraña, no renunciemos a ser padres y madres, porque esa función, plenamente, no la podrá realizar nadie más.


martes, 13 de febrero de 2018

CAL, PAN Y LIBROS


Recuperemos a Federico García Lorca en el arranque de este artículo, su contundente proclama en la inauguración de la biblioteca de su pueblo natal, Fuente Vaqueros: "No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría pan; sino que pediría medio pan y un libro. Más de ochenta años después, y eso que ha llovido y supuestamente hemos evolucionado, la proclama de Lorca sigue vigente y yo la sigo aplaudiendo y repitiendo cuando se tercia, que es frecuente en estos tiempos de abominable contabilidad, austeridad insana y hojas de cálculo por encima de todo. Coma y lea, todos los días. Lea y coma. Coincide el Goya a La librería, la hermosa y poética película de Isabel Coixet, basada en la deliciosa novela de la británica Penélope Fitzgerald, y que no deja de ser una reivindicación por el amor a la lectura, por los libros, en definitiva, con el 20 aniversario del Centro Andaluz de las Letras. Para quien no lo conozca, el CAL, que es como lo conocemos todos los amigos, amantes, conocidos y familiares, con mayor o menor grado de consanguinidad, de los libros, es el organismo público, dependiente de la Consejería de Cultura, de la Junta de Andalucía, responsable de la difusión de la literatura y sus autores. 20 años de actividad, que han dado para mucho, ya que han marcado un antes y un después en la expansión de la Literatura andaluza o de la Literatura escrita por andaluces, escoja. 20 años de lecturas, homenajes, exposiciones, mesas redondas, talleres y de promoción, aquí, en el resto de España y también fuera, como cuando Andalucía fue la invitada de honor en la mítica FIL mexicana de Guadalajara, y que muchos autores andaluces pudimos disfrutar en todo su esplendor e intensidad. 20 años de libros, de poemas y novelas, de ensayos, 20 años de Cultura.
Recuperemos de nuevo a Lorca, pero en su faceta al frente de La Barraca en esta ocasión, aquella misión pedagógica y ambulante, representación del sueño de Giner de los Ríos, que recorría pueblos y aldeas llevando obras de teatros, recitales poéticos, repartiendo cultura, en definitiva, en aquellos puntos con difícil o inexistente acceso. Durante estos 20 años el espíritu de aquella Barraca ha formado parte de la idiosincrasia del CAL, y así una legión de escritores, de todas las tendencias, colores, tamaños y dimensiones, nos hemos desperdigado por las ocho provincias andaluzas, relatando nuestras experiencias, compartiendo nuestras inquietudes, leyendo nuestros cuentos, novelas o poemas, respondiendo dudas, recuperando las voces de los maestros. Animando a chavales, a adultos, a miembros de clubes de lectura, a iniciarse o proseguir en la lectura, y también en la escritura, como en la Escuela de Escritores, compartiendo vida y anhelos. Más me han enriquecido a mí esos encuentros, y hablo desde mi experiencia personal, especialmente los mantenidos con los más jóvenes, que me han permitido ver el presente y también el futuro con meridiana claridad, así como con las personas mayores, tan repletos de emoción y sabiduría, no creo que les haya podido devolver todo lo recibido, que ha sido mucho y bueno, muy bueno.
Hablar del CAL es hablar, inevitablemente, de Pablo García Baena, su director emérito, también cabría calificarlo como espiritual, hasta que nos ha dejado. No habrían podido encontrar una figura que mejor representase y, sobre todo, dignificase a esta institución. Pero también es hablar de Juanjo Téllez, de Antonia Osorno, de Gabriel, de María José, de Julio, de Paco, de Lourdes, de Antonio Luis y de tantos y tantos buenos profesionales, porque no hay estructura o programa que se sustente en el tiempo sin el trabajo y sin el compromiso de quienes se ocupan del día a día, y los del CAL son ejemplos a significar por todos los motivos. Y mucho más en esta época de quejas y desafectos, en el que entiendo que es bueno, es sano y, sobre todo, es justo, destacar la labor de una entidad cultural, que ha luchado contra viento y marea por mantener su estructura, dimensión y actividades. Como tampoco puedo acabar esta columna sin recordar a Julio Manuel de la Rosa, narrador de raza, maestro de periodistas, que ha fallecido esta misma semana y que también formó parte de la gran familia del CAL. 20 años más como poco, le deseo, que los libros sigan caminando por esta Andalucía nuestra. Pan y libro. Más CAL, como diría Lorca, que vuelvo a recuperar en la despedida. 


lunes, 5 de febrero de 2018

50


Seguro que lo sabe: Felipe VI ha cumplido 50 años, lo han contado en todos los periódicos e informativos, ha sido amplia la cobertura. Y, al mismo tiempo, el propio Rey le ha impuesto a su hija mayor, la Princesa Leonor, el Toisón de Oro, que suena a película romántica, monárquica y medieval, y que representa, o viene a representar, el continuidad dinástica, el relevo. Se han dicho muchas cosas esta semana del Rey, de sus años, del tiempo vivido, el primer monarca constitucionalista, dijeron, un Rey formado en la Democracia, apuntaron, el Rey de un nuevo tiempo, repitieron. Yo también cumpliré 50 este mismo año, por lo que comparto con el monarca un sinfín de recuerdos, acontecimientos, el trasiego de este tiempo, a ratos convulso, a ratos apasionante, siempre eléctrico. Tuve la oportunidad de conocerlo hace unos años, en el transcurso de una cena generacional. Un tipo majo, de larga mirada, a simple vista. Los que este año cumplimos 50 nacimos bajo el signo del mayo francés, y nuestros primeros pasos fueron sobre unos adoquines que muchos se empeñaron en mostrarnos como fina y cálida arena de una maravillosa playa de postal, pero no, eran adoquines, muy adoquines. Y es que nuestra infancia transcurrió en una dictadura de la que apenas recordamos nada y que, sin embargo, nos marcó demasiado. Nos marcó porque nos desperezamos en un país adocenado por el miedo, infectado de fanatismo, enfermo por el inmenso y casi irreparable dolor provocado por millones de heridas abiertas. Un país sin cicatrizar, analfabeto y oscuro. Un buen día, mientras unos lloraban, otros cruzaban los dedos y unos cuantos sonreían, vimos como instalaban las urnas en nuestros colegios, y también vimos como el color se iba colando en nuestros televisores, y también en nuestras vidas, reduciéndose las interminables horas de la Carta de Ajuste. Empezamos a no ganar festivales de Eurovisión y de la OTI, 300 millones dejó de emitirse y los tres globos decidieron soltarse y recorrer el cielo hacia ninguna parte. Raro era el día en el que el Telediario no arrancaba con un nuevo atentado y todos los lunes Interviú nos destapaba, literalmente, a una celebridad más o menos célebre, y hasta muy célebres, mucho antes de que Gran Hermano existiera. Sí, hubo un tiempo sin Gran Hermano.
Los que este año cumplimos 50 años conocimos un mundo ampliado, todo era grande, a veces inmenso, las televisiones tenían más culo que las gafas que Rompetechos y por eso, tal vez, ahora nos emociona, casi desde la incomprensión, una diminuta tarjeta de memoria en la que caben un millón de discos de tres y medio, y puede que me quede corto. Conocimos a Rompetechos, a Anacleto, a Mortadelo y Filemón y al Profesor Bacterio mucho antes que a los Pokemons y Lobezno. Nos criaron con caldo de cocido y sucedáneo de café, malta la llamaban, y ahora somos unos expertos gourmets capaces de distinguir la comida china de la tailandesa y hasta nos bandeamos con seis docenas de vinos de diferentes denominaciones. Y el café de cápsula, intenso y breve. Con nuestro cubata de larioscola en la mano jamás podríamos haber imaginado estos gintonics actuales con más decoración que la pecera de un restaurante chino. Los que este año cumplimos 50 hablamos por teléfonos de ruleta, conocimos aquellas maletas que escondían los primeros móviles y ahora diseñamos Apps de nueva generación, como si nos hubiéramos criado en Palo Alto. Jamás tuvimos sillita de protección en los coches de nuestros padres, que por cierto no tenían asientos y sí sofáscamas en los que dormíamos plácidamente en aquellas interminables carreteras de doble sentido que recorrían toda España.
Los que ahora cumplimos 50, como el Rey, nos hemos adaptado como hemos podido a estas décadas de cambios y velocidad, de permanente transformación, en todos los sentidos. Y hemos sobrevivido gracias a que hemos asumido todos esos cambios como algo natural, como el signo de los tiempos, integrándolos como un elemento cotidiano de nuestras vidas. Disimulando la perplejidad en muchos casos, pero sobreviviendo siempre. Precisamente por eso, por lo mucho vivido, tal vez contemos con esa distancia que nos permite verlo todo de otra manera, más relativa, no sé si más objetiva. Espero y deseo que el Rey, nuestro Rey, a fin de cuentas, comparta estas sensaciones y que ejerza su oficio con respecto a este tiempo concreto que nos ha tocado, y que mañana será otro, y no necesariamente peor.